Por Héctor Daniel Massuh para LA NACION
ABRIL 22 DE 1990
Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificárselo por este signo: Todos los necios se conjuran contra él.
JONATHAN SWIFT (Citado por John Kennedy Toole, La conjura de los necios)
Los obstruccionistas y los hacedores
LOS OBSTRUCCIONISTAS procuran poner escollos a cuanta iniciativa exista. No importa que sea buena o mala. Sólo se trata e impedir o de bloquear. Son los permanentes enemigos de los realizadores, más exactamente, de los “hacedores”, de los que intentan obstinadamente sortear obstáculos teniendo como objetivo final el bienestar individual y colectivo.
El enfrentamiento entre obstruccionistas y hacedores ha sido observado con indiferencia por una gran mayoría silenciosa, distante y desinteresada, inconsciente de que en ese conflicto se jugaba su futuro.
Se podría pensar que, en estos últimos días, esa mayoría ya no quiere permanecer callada. Parecería que finalmente ha comprendido que en la Argentina hasta ahora se ha impuesto casi siempre los obstruccionistas y sus arquetipos: agoreros, escépticos e inescrupulosos que sumergen a la nación en un permanente estado de frustración.
Se diría, paradójicamente, que ha sido el triunfo del fracaso. Claro está que el obstruccionista tiene, en nuestro país, más que en cualquier otro, las cartas a su favor. Su acción requiere menos esfuerzo y también menos talento. La intención solapada, la labor encubierta y la protección del perfil bajo le son suficientes en una sociedad como la nuestra, propensa a desconfiar de los más dotados, de los emprendedores o de los capaces de triunfar.
Curiosa situación esa, donde el brillo personal es rebajado neciamente a la categoría de pecado y donde la mediocridad y la chatura son admitidas como si se tratara de cualidades mayores. Más aún, muchas veces adjudicamos valor a ciertas insignificancias y asociamos conductas temerosas y abúlicas con virtudes supremas. Así llamamos a la indecisión, prudencia y al inmovilismo, sabiduría.
Los críticos
Frecuentemente los “obstruccionistas” pretenden confundirse o identificarse con los “críticos”. Nada más alejado de la verdad. La crítica es un conjunto de opiniones y juicios sobre un asunto, tiende a la revisión, la modificación o rectificación de criterios presumiblemente erróneos.
El obstruccionismo, por el contrario es una táctica deliberada para impedir toda acción o resolución. Mientras el criterio colabora en una solución, el obstruccionista, estéril por naturaleza, se opone sistemáticamente a toda realización, a toda modificación, a todo cambio.
Los obstruccionistas reclutan sus mejores soldados en la burocracia indolente y parasitaria, en la amplia red de intereses creados. En el enjambre de normas y regulaciones, sus armas adquieren el máximo de eficacia. El rumor intencional, las campañas de desprestigio y el ataque a las personas, no a las ideas, encuentran terreno fértil en una sociedad sin memoria.
Es sorprendente comprobar hasta qué punto, en nuestro país, la esforzada y noble trayectoria de una vida carece de importancia. Ni a favor, ni en contra. Cuántas veces hemos asistido a espectáculos abominables en donde personas de bien han sido salvajemente cuestionadas por una corte de insignificantes oportunistas, erigidos en fiscales de la conducta social. Por otro lado, cuántas veces hemos presenciado, estupefactos, el encumbramiento de individuos con dudoso, si no funestos, antecedentes.
El triunfo del sí
No siempre ha sido así. En la historia de nuestro país hemos tenido períodos en que los “hacedores” impusieron su fuerza y determinación. Fueron los tiempos en que la prosperidad era la consecuencia de la acción de los innovadores, los audaces y los idealistas. En definitiva, los más patriotas., los que manifestaron voluntad para el cambio y desesperaron por lograrlo. Los que apostaron por su historia y su pueblo con la pasión inteligente y arrolladora que identifica a los fundadores de una nación.
Todos ellos son, para los obstruccionistas, un conjunto de alocados e imprudentes, ansiosos incorregibles y por consiguiente indignos de la confianza de la comunidad.
Para muchos de sus contemporáneos obstruccionistas, Domingo Faustino Sarmiento fue apenas “el loco Sarmiento”. Así, en tono despectivo y sobrador se referían a la más grande personalidad política que haya nacido en nuestro suelo.
Los “hacedores” no le temen al sacrificio, no dudan cuando se trata de crear nuevas fuentes de trabajo, no dejan de luchar por un futuro mejor y de creer que el progreso depende de su voluntad de “hacer”, de su entusiasmo y de su esperanza. Han perdido muchas batallas en un ambiente de incomprensión, falta de coraje e hipocresía.
Pero han ganado otras. Fueron los tiempos en que la Argentina les dijo sí, y depositó su confianza en su capacidad para actuar. Porque precisamente nuestra nación debe su existencia a ellos, a su patriotismo y a su genio.
Repercusión CARTA DE LECTORES
LA NACIÓN, 24 de abril de 1990